lunes, 26 de diciembre de 2022

Qué fue de tanta belleza...


Como inútil despojo

llevada por el viento

se detuvo a mis pies 

y la cogí del suelo,

pobrecilla hoja seca

sin frescor, solo nervios.

Amiga de la luz 

y del pájaro en vuelo

hecha de transparencia

efímera en el tiempo.

Con ella me hice un cuadro,

la pegué sobre el lienzo

dos brochazos, no más,

y sobre ella estos versos.

Tal vez pensando en mi,

tal vez, con el deseo

de que cuando yo caiga

falto de vigor, viejo

una mano amistosa 

me levante con tiento

como yo aquella hoja

llevada por el viento.



Fotografía del autor del blog



jueves, 24 de noviembre de 2022

Mis padres, su retoño, y un retrato al carboncillo...

Hola amig@, muy buenas tardes. Buenas tardes-noches porque además con el cambio de horario me regalan una hora de vida…! Pero me acortan la luz dorada de la tarde empujándome inmisericordes a las prematuras tinieblas. Y es que no soy nada nocturno, soy más alondra que mochuelo, prefiero la luz. La luz que me recuerda la vida. La luz que crea vida, aunque la mía tengo la convicción que se fraguó más de noche que de día… 

Lo que comento ahora, el núcleo principal, fue escrito en su día en el tiempo presente del verbo ser. Él/lla es, vive.... Para mi desconsuelo, hoy debo reescribirlo en el pretérito imperfecto del mismo verbo. El verbo ser. Él/ella, era...ya no vive.

Antes te decía que lo de la luz y la vida me acercan sin querer a mi recordado padre cuando mi madre nos hacía estar en casa medio a oscuras. Mi madre era muy alegre. Era como unas castañuelas. Cuano escribo era, mis dedos se tensan y encogen como ateridos por el frío y se niegan a escribir. Mi madre siempre estaba dispuesta a reír. Siempre cantando… y, curioso, a nadie de casa nos cansaba, es más, intuíamos, sabíamos que si no cantaba era porque algo debía pasarle. Al bueno de Ismael, mi padre, se le caía la baba escuchándola. Más cuando a él la naturaleza no le dotó de lo que llamamos oído, desafinaba más que una guitarra rota, que ya es decir.

Mi recordada madre no era ninguna santa, aunque sé que lo intentaba, pero era muy alegre. Tan alegre que era capaz de disimular algunas penas envueltas, en una canción. 

Pero ya ves, siempre le gustó la umbría, la semioscuridad de la humilde casa de gruesas paredes de adobe que para ella, esa umbría buscada la hacía más íntima, más suya. Eso decía. 

 Y ahí ves a mi padre que se enfadaba y cuando una vez y otra también le entornaba los porticones de la ventana o le apagaba la luz quedando todo medio a oscuras siempre le escuchaba lo mismo;

- ¡Ángeles, mecagüencrista, abre la ventana mujer, que ya tendré tiempo de estar a oscuras cuando me metan en la caja…!

Así, cuando en mis largos ratos pasados con ella en esa casita que me vio nacer, mi madre, cuando le regañaba porque me hacía estar más a media luz que a luz entera, me decía muy taimada;

- Si hijo, si, ya me lo decía tu padre… y dejaba caer unas lágrimas que arrastraban la pena acumulada desde la última vez que lloró. Y a lo mejor fue no más de cinco minutos antes.

Entonces, tras haberse secado las lágrimas, entornaba sus ojos, vivarachos como siempre, aunque ya algo velados por el tamiz de la edad y  mirando la fotografía de mi padre que colgaba en la pared junto a la suya, le soltaba otro piropo;

- Ay Ismael, Ismael…pero qué bueno y guapo eras ¿por qué te fuiste tan pronto?

Inevitablemente, mi vista, ligeramente nublada por la emoción, se paraba dulcemente en la fotografía colgada al lado de las suyas. En ella lucían juventud, guapura y lozanía una joven pareja y en medio de ellos el que presumiblemente era su retoño. La pareja; mis padres muy jovencitos. El retoño; el que esto escribe con muy, muy pocos años…

Iba a escribir, qué triste la vida. Ellos ya no están y yo soy viejo…Ellos se fueron y quedé solo...¿Por qué, por qué, por qué...? Si, ya sé, la vida pero...

Pero no, en honor a ellos que siempre fueron el alegre, firme y cariñoso espejo en que me reflejé, debo escribir;

¡Qué bonita la vida vivida así, a pesar de todos los pesares! 

En aquella humilde casa, siempre reinó y revoloteó más el cariño y la alegría  que la tristeza y las no pocas dificultades habidas para sacar adelante a la familia. Todo eso, las dificultades, han quedado atrás, solo pervive el recuerdo de la felicidad ganada a pulso contra viento y marea.

Recuerdos… Si recuerdos ¡mis recuerdos!  

Hay quien dice que recordar no es lo mejor, que hay que dejar atrás lo vivido y mirar hacia delante, al futuro. Que digan lo que quieran, yo puedo asegurar a esos del; consejos vendo que para mi no tengo, que sin esos recuerdos mi futuro sería bastante triste. O sea, la fotografía de mi vida tendría más nubarrones y claro oscuros que nubes y nubecillas blancas y sedosas todo y a pesar de las negras tormentas que en más de una ocasión intentaron oscurecerla.

Y hasta que el gélido y exterminador soplo de la Parca borre todo de mi cerebro, nadie podrá convencerme de lo contrario.

****

Curioso...cuando reinicié este escrito la atmósfera, eso que solemos llamar cielo, estaba preñada de nubes tan negras como la boca de un lobo. Cuatro gotas fueron suficientes para deshacer el malhadado augurio. Y ahora que salgo a la terraza, la cálida y dorada luz otoñal de un sol casi moribundo ciega mis ojos. Solo alguna nubecilla que otra dejan constancia de la fallida tormenta.

¿Será un augurio...? Más de un amigo diría que la fuerza de mi cerebro habría logrado lo que casi considero un milagro.

Yo me río y pienso que apañado estaría si me fiara del poder de mi mente ya que la pobre flaquea más que la de un mosquito “jarto de vino

Ahí te dejo estos cuatro pensamientos bordados con la emoción de lo que me han hecho recordar y dibujados con el cariño que siempre pongo en lo que escribo para que lo leas. Gracias por hacerlo.

  


  Foto del autor del blog

Esta es la fotografía a la que más arriba hacía referencia. La he encajado en un fondo simulado.

In illo témpore, en aquel tiempo, que diría un pater al iniciar un evangelio, corrían por aquellos pueblos de Dios, unos retratistas,  fenomenales dibujantes, que cuando los pobres, la gran mayoría de las familias lo eran, no podían pagarle la toma de fotos ya que las placas, revelados, etc, tenían un coste inalcanzable para ellos, les pedían alguna fotografía de los que iba a retratar, o sea, a dibujar. Y así, con mucho arte y no poca destreza encajaban y juntaban las figuras, caso de ser más de una como en este caso, haciendo un precioso retrato al carboncillo. Por supuesto, mucho más barato que las fotografías químicas y es que por entonces no se valoraba tanto el tiempo como ahora porque lo que se buscaba, además de las cuatro perras para ganarse el sustento, era el disfrute del acto de dibujar y la alegría de los fotografiados al verse. Y así fue como juntanto unas fotos de mis padres de mozos y la de su chavalín, este que escribe, hizo esa bonita composición. Siempre que veo esa foto, me viene a la cabeza el disgusto que debió tener esa buena mujer cuando con los años vio que el cabello de su hijo, que tanto se cuidó ella de ondular, se convirtió en un racimo de pelo indomable. 

De ahí, más adelante se ganó el mote de Lobato que lleva con mucho orgullo. 

Gracias por llegar hasta aquí. Y vive, ya sabes...