...de almendras garrapiñadas.
En mitad de la calle
Tablado de la Alberca, allá en lo más recóndito de la provincia de Salamanca, sentada, casi más bien acurrucada y encorvada por el
frío, estaba la vendedora de almendras garrapiñadas. Me acerqué a ella. Antes de llegar, su hijo me cortaba el paso
ofreciéndome probar sus
exquisitas y humildes almendras. Tras hacer gala a su oferta y como paso y
pasaporte para lograr mis intenciones, le compré una bolsita de ellas. Ricas,
muy ricas eran las almendras. Aún tengo delante unas cuantas y mira que han
pasado días.
Entonces, la vendedora
que controlaba más de lo que parecía, me sonrió y llamándome señor fotógrafo se ofreció, me evitó, que le suplicara una
foto. Presto a no perder tiempo ni a que cualquier desaprensivo quisiera salir
en la pose, me acerqué para hacerle unas
fotos pero me sorprendió colocando su rugosa
mano delante del objetivo.
- Me hará la foto si me deja cantar -- sentí que me decía sin dar crédito a lo que
escuchaba. Al verme sonreír me lanzó una bravata con voz seria y hasta algo
agria;
- Pero buen hombre ¿cree que no sé cantar...? En mis tiempos de moza, que también lo
he sido y me llevaba a los mozos de calle, me ganaba la vida cantando por los
pueblos...qué sabrá usté de esas cosas si aún no había nacido...Pero deje, deje
que le cante...
Y en menos de un
periquete entonó con voz clara pero entrecortada por el paso inexorable de los
años aquello de;
La virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa
que quiere ser capitana
de la tropa aragonesa...
- ¿Seguro que usté no la sabía, verdá? Ahora solo saben
hacer ruido en esas "triscotecas"...válgame dios...!
Le hice varias fotos.
Se dejó a sabiendas de que su imagen quedaba impresa para siempre, de ahí que
se atusara los pocos cabellos que escapaban de la tiranía de su pañuelo. Mesó con suavidad los cuatro pelillos blancos
de su barba y la muy coqueta parecía satisfecha entre disparo y disparo. Inocuos disparos.
Me fui cuando los
mirones y fisgones de turno se arremolinaban como moscas alrededor de una gota
azucarada.
- Venga señores...que la anciana
aún no ha sacado ni para comer...Venga, cómprenle unas
almendras...Si supieran lo ricas que están...
Y sacando unas cuantas
de la bolsita, me puse a comerlas delante de la parroquia de absortos turistas
que no sabían si realmente vendía almendras o hacía fotos.
La viejecita, guiñándome un ojo, me
ofreció una sonrisa cómplice a modo de agradecimiento.
Yo me perdí calle enfrente en busca de mis compañeros frailinos que amigablemente departían en mitad de la plaza Mayor.
Yo me perdí calle enfrente en busca de mis compañeros frailinos que amigablemente departían en mitad de la plaza Mayor.
Recuerdos de un día
que no fue un día, sino un gran día.
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La Alberca, 12 de
octubre de 2013. Encuentro de los frailinos de PazyBien2007.
Fotos del autor del blog
Luis, abro encantado mi abrazo de amistad y, casi de rondón, me cuelo en este aposento de tu intimidad como el forastero que llega desde el oeste más cercano.
ResponderEliminarY es que, en el fondo, uno siempre es ese forastero eterno que no quiere sentirse nómada en su propia choza. Yo tengo raíz extremeña, tallo madrileño, y hojas esparcidas por los vientos de la nostalgia y del recuerdo.
Si rebusco a mi alrededor, siento que quizá quise vivir allá donde sólo habla el agua y gobierna la piedra muda. He oído, o soñado, que la memoria es como el puente sobre la vida, donde sólo conviene mirar hacia adelante. Porque el pasado es un fantasma cubierto de telarañas, y el mañana es un bebé indefenso que necesita arroparse bien para hacer frente a los duros fríos del presente. El futuro es como caminar por el puente de la vida rompiendo telarañas viejas y fabricando sueños de esperanza.
Amigo Enrique, la verdad y belleza de tus palabras no se merecen que las mancille con mi comentario sobre ellas.
EliminarSolo una pequeña apreciación. El pasado no deja de ser nuestra vida vivida y el recuerdo es la constancia de haberla vivido.
Como siempre ¡insuperable...!
Gracias, muchas gracias por entrar y dejar tu huella, tu estilo, en fin tu impronta en esta pequeña caleta donde se refugia mi barquita.
luis
¡Hola viajero del viento...!!!
EliminarSomos iguales en eso de tener raíces repartidas por este nuestro medio mundo tan pequeño pero tan querido.
Aquí, en este pequeño reducto de intimidad, nunca te sentirás extraño, pero eso si, como nómada declarado tienes toda la libertad para volver con tu eterno compañero de viaje, ese viento fresco y feraz que siempre te acompaña.
Gracias por entrar E.D. sabes que tenemos unos lazos comunes que jamás podrán romperse y a los que nunca podremos renunciar. Ni queremos.
Un fuerte abrazo.
luis
Vaya historia tan bonita la de la vendedora de almendras garrapiñadas… Parece sacada de una novela costumbrista. Seguramente que vivirla fue mucho más placentera y te permitió alcanzar tres pájaros de un tiro! Inocuo, como tú dices.
ResponderEliminarA mí sinembargo me ha traído recuerdos de mi niñez. En mi pueblo, Móra la Nova, jamás había visto una castañera pero cuando llegué a los ocho años a Barcelona me llamaba mucho la atención verlas en cualquier rincón de cualquier plazoleta… Me intrigaba ver cómo aparecían al atardecer como salidas de entre la niebla. A partir de cierta hora la gente acudía a comprar castañas rodeando a la castañera, siempre cubierta como bien dices con un pañuelo su cabeza…
Qué tiempos aquellos… Cuántos recuerdos… Aparecer cada año las castañeras era parecido a cuando aparecían cada cierto tiempo los amoladores de cuchillos, y tijeras, haciendo sonar aquella especie de flautines, con un sonsonete inconfundible…
En mis labios, al leer tu historia, se ha ido formando una sonrisa por la alegría al recobrar el recuerdo de algo casi perdido. Y a la par ha empezado a embargar mi alma una cierta tristeza porque todas estas costumbres forman parte de unos tiempos muy hermosos vividos. Aunque hoy continuan apareciendo las castañeras, no es lo mismo. A lo mejor en algún lugar recóndito de algún pueblecito lejano… quizás…
En todo caso mi enhorabuena. Y gracias por hacernos llegar esta historia y estas preciosas fotos…
Un abrazo,
Roger
Vaya historia tan bonita la de la vendedora de almendras garrapiñadas… Parece sacada de una novela costumbrista. Seguramente que vivirla fue mucho más placentera y te permitió alcanzar tres pájaros de un tiro! Inocuo, como tú dices.
A mí sinembargo me ha traído recuerdos de mi niñez. En mi pueblo, Móra la Nova, jamás había visto una castañera pero cuando llegué a los ocho años a Barcelona me llamaba mucho la atención verlas en cualquier rincón de cualquier plazoleta… Me intrigaba ver cómo aparecían al atardecer como salidas de entre la niebla. A partir de cierta hora la gente acudía a comprar castañas rodeando a la castañera, siempre cubierta como bien dices con un pañuelo su cabeza…
Qué tiempos aquellos… Cuántos recuerdos… Aparecer cada año las castañeras era parecido a cuando aparecían cada cierto tiempo los amoladores de cuchillos, y tijeras, haciendo sonar aquella especie de flautines, con un sonsonete inconfundible…
En mis labios, al leer tu historia, se ha ido formando una sonrisa por la alegría al recobrar el recuerdo de algo casi perdido. Y a la par ha empezado a embargar mi alma una cierta tristeza porque todas estas costumbres forman parte de unos tiempos muy hermosos vividos. Aunque hoy continuan apareciendo las castañeras, no es lo mismo. A lo mejor en algún lugar recóndito de algún pueblecito lejano… quizás…
En todo caso mi enhorabuena. Y gracias por hacernos llegar esta historia y estas preciosas fotos…
Un abrazo,
Roger
Hola Roger.
EliminarTus palabras como siempre me traen dulzura, cariño y amistad. Las espero y...¿lo digo...? vale ¡las necesito...! Otra vez, gracias.
Cambia el tono, que sé que tu interior se alegra por haber vivido unos tiempos sencillos pero llenos de alegrías. Dices que;
....Y a la par ha empezado a embargar mi alma una cierta tristeza porque todas estas costumbres forman parte de unos tiempos muy hermosos vividos.....
Quédate con la alegría de haberlo vivido, que además es una suerte que no todos han experimentado.
Un abrazo.
luis