Eyyyy.....no te preocupes, no cierro nada, no acabo nada y menos aún es el principio de la despedida de este perro mundo cual película de Paulo Cavara y otros, la célebre Mondo Cane.
Es otro de mis pensamientos trasladados al anodino papel de la pantalla del ordenador. Ya me gustaría hacerlo en el inimitable papel para poder disfrutar de su textura, olor y color, además, si cabe, de lo que intento explicarte.
Manos a la obra que ya sabes que puedo irme por las ramas dejando atrás lo importante, el bosque.
El que esto escribe, puede que mediatizado por tantos años intentando cuadrar balances de quienes, otras tantas no pocas veces, se empeñaban en meter gazapos para que la mona pareciera vestida de la seda que permitiera unos duros de más para salvar lo insalvable, decía que el que esto escribe, cada día que acaba, cuando solo le quedan por vivir despierto unos cuantos minutos antes de caer en el sopor que borra una y mil veces mis páginas vividas, entonces es cuando cuadro mi exclusivo balance diario.
Y, no hay números, no hay ratios de solvencia, de endeudamiento, ebitdas (para ti que sabes inglés, earnings before interest, taxes, depreciation, and amortization) ni nada que otros que se dan de listos hayan inventado para disimular la realidad y su posible, y más que probable, ineptitud. Si, esos que se dedican a vestir a monas feas como ellas solas.
Pero, si, hay alguna partida que otra vital porque mi balance recoge mi vida en venticuatro horas. Y al cierre, en ese momento en que solo soy yo y mi conciencia, recuerdo momentos felices que equivaldrían a los ingresos que refuerzan y apalancan mi cuenta de resultados. ¡Ay la cuenta de resultados...!
Recuerdo y anoto sensaciones de acierto, ya sabes, esas son las ventas del activo... del activo circulante, ese que día a día tengo que vivir, el que da sentido a mi vida, a mi balance.
...o de haber fallado. Mi parte oscura... Pasivo puro exigible a corto, medio y larguísimo plazo, o sea, siempre.
Y es que ese doloroso pasivo que me acompaña cual inseparable mochila, lleva anotado todo aquello que debí hacer y no hice. O todo lo que que nunca debí haber hecho... ¿Te parece poco? No amig@, no, porque esa partida engloba y suma todo aquello que causó dolor, de una manera u otra a otros por mi actitud de acción u omisión.
Disculpa, dirás que mezclo churras con merinas y tienes razón pero permite que te diga, no que desautorice tu opinión que vale más que la mía, que en lo que si estaremos de acuerdo es que unas o las otras siguen siendo ovejas.
Pero si hay algo que me estimula y permite mantener el oxígeno necesario para alimentar mi vivir es revisar todos aquellos momentos en los que haya logrado relacionarme con mis amig@s y por extensión con mis semejantes. La relación privada y social que logra hacerme sentir integrado con el resto de personas, todas ellas, de una manera u otra necesarias para mi desarrollo personal y goce del mero hecho de vivir. Vaya, la sabia que mantiene mi ser como persona dentro de un conjunto. O sea, el pan y la sal necesaria para seguir adelante sintiéndome un granito más de esa cadena necesaria que conforma lo que llamamos sociedad.
Seguro que a estas alturas de lo que has leído ya te has preguntado más de una vez a qué viene todo esto y por qué te lo cuento. Es muy sencillo. Sigue leyendo si no estás demasiado cansado.
Hace unos días tuve que acompañar a un familiar a una clínica. Mientras esperaba mis ojos toparon con un letrero que a primera vista me pareció normal para los tiempo que nos está tocando vivir. Allí quedó y yo seguí esperando.
Saliendo de la clínica lo volví a ver muchas más veces. Pareciera que quisieran convencerme de lo que definitivamente mi interior y mi conciencia repudiaban pero atento que estaba en la compañía del familiar, la imagen poco a poco despareció del sensor de mi memoria.
Hasta que...hasta que pasada la hora que nunca existió y revisando el balance del día en esos minutos a que antes me refería, me sentí dolido, herido y destrozado. Alguien, premeditadamente, o no, había abierto la caja de Pandora que atacaba la raíz de mis apetencias, necesidades, ilusiones y esperanzas como persona.
Potenciem el distanciament social...
Y, si, es cierto, pone, está escrito así tal y como suena...
Touché, me han herido en el mismísimo centro de mi diana interna, en lo más íntimo de mi corazón. Si me distancian de mis semejantes habrán logrado destrozar para siempre mi BALANCE.
O sea, mi vida...
No cabe duda de que Eric Blair, más conocido como George Orwell, tenía mucha razón.
Que dios nos coja confesados aunque, si lo piensas bien, ya lo estamos bastante por no decir demasiado.
Cordiales saludos y salud desde esta caliginosa tarde en que empezamos el verano.
lobato
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